viernes, 20 de marzo de 2015

Ubi sunt: La Grande Belleza

Ubi sunt, La grande Belleza, de Paolo Sorrentino (2014)





Ubi sunt, parece ser la pregunta que se hace de manera permanente el escritor Gep Gambardella, interpretado por Toni Servillo, es decir, dónde está, qué se hizo. Esta es la pregunta que aparece de manera insistente en La Grande Belleza, qué se hizo Roma, la gran ciudad, qué pasó con las grandes obras de arte. 




El pasado grandioso, la Roma del Coliseo, la Roma renacentista, la Ciudad Eterna, se ha tornado en un "sitio de interés", en inglés. a sigthseeing place, un sitio de interés para los turistas y sus cámaras. Este parece ser el destino de las obras de arte en el mundo contemporáneo. De esto ya nos ha hablado suficientemente Bauman en su  Arte en tiempos de la sociedad líquida




No solo el de las obras de arte, sino de las faenas del mundo intelectual, pues Gambardella, del escritor, solo queda un autor dedicado a perseguir la frivolidad imperante. Del intelectual adusto al frenesí de una fiesta interminable: desorden, caos, mezcla, exceso de pantallas, divertimento, en la cúspide o el limbo de una sociedad idiotizada. 



La Grande Belleza evoca en muchos de sus planos y planteamientos al gran cine italiano de Fellini, Passolini, Antonioni, Scola, que habíamos visto en la Dolce Vita, de Fellini, en La Notte o en Mamma Roma, de Passolini.  El pasado de Roma surge como evocación, como un flashback constante a la infancia con imágenes similares a las que nos ofrecía Fellini con Mastroiani en Otto et mezzo (8 y 1/2).



Pero en esta hora de la cultura digital, de la música electrónica y del imperio de Berlusconi, el performance estético se ha tornado en un acto brutal. El arte, embrutecido, se arroja de cabeza contra los muros de los antiguos  acueductos romanos, para que los mirones de turno saquen conclusiones estéticas. 



El escritor qué otro camino tiene sino que sumarse al "país de los entrevistados", síndrome del arte contemporáneo. La otra alternativa para no perder audiencia es seguir siendo provocador, como lo es Gambardella, escritor sin escritura, hundido en el mundillo de los intelectuales. Algunos, como Stefa, se muestran prolijos y autosuficientes; otros, como Gambardella, se han tornado cada vez más escépticos e implacables. 



Mientras Gambardella declara haber perseguido toda su vida "la Grande Belleza", es decir, una idea grandiosa del arte, una idea espiritual del arte, el mundo se entrega con desparpajo al arte como espectáculo, al atrevimiento sin sentido, a la imagen de una niña que arroja y descarga toda su violencia juvenil exorcizando un lienzo, que luego sus padres venden y circulan como si se tratara de un Jackson Pollock, convertido en ángel y demonio de nuestra época




Hasta donde puede volverse insulsa la sociedad que hoy se reúne y baila Panamericano. En medio del vértigo, el escritor aplaza sus tareas, y declara que lo invade el cansancio y la pereza.