viernes, 5 de junio de 2015

El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, un mensaje desde el corazón de las montañas sagradas

El abrazo de La Serpiente (2015), de Ciro Guerra, filmada a las orillas del Rio Yary, en el Vaupés, en la Amazonia Colombiana, y en un vasto territorio que se extiende más allá de las ilusorias fronteras, es una película que amplia nuestra mirada, nuestra limitadísima imagen de la historia. 



La película ofrece una rica propuesta estética, un excelente trabajo de fotografía y un ritmo narrativo que avanza por una geografía que sobrepasa por su belleza y magnificencia nuestras expectativas.



Hemos limitado nuestra visión de la selva hoy a una posibilidad de visitarla, recorrer algunas de sus fronteras, pero regularmente paramos en los hoteles creados para el blanco o para el extranjero; la selva, es siempre para el mestizo colombiano un universo que está más allá de sus niveles de comprensión. 



Para la cultura blanca la selva ha sido y sigue siendo concebida como un lugar de donde se puede sacar provecho, explotar, saquear; un mundo que debe ser dominado. La película narrada desde dos perspectivas, en dos momentos de una misma historia de destrucción, desde dos avanzadas de la civilización blanca, surge como una deconstrucción de la barbarie de los saqueadores, de los caucheros, los misioneros, los colonos.



El abrazo de la Serpiente reconstruye el viaje realizado por Theodor Koch Gründberg, antropólogo y etnógrafo alemán que recorrió un parte del territorio colombiano y registró sus aventuras científicas en el libro Tres años entre los indios del noroeste brasileño, con la salvedad de que el territorio de Grünberg, entre 1903 y 1905, comprende zonas de Brasil, Venezuela y Colombia. 



Este mismo territorio va a ser recorrido, cuarenta años más tarde, por el el botánico norteamericano Richard Evans Schultes, quien se adentra en el amazonas colombianos estudiando el caucho, la Banisteriopsis caapi, más conocida como la ayahuasca, caapi o yaje.



Este lapso de 40 años es el tiempo, en la película de Ciro Guerra, se integra a través de un personaje, Karakmakaute. El joven Karamakaute, símbolo de la revuelta, del rechazo a la intromisión del blanco, es 40 años más tarde, otro viajero más en procura de recuperar la memoria. 



El abrazo de la serpiente es no solo un viaje de aventuras, por un territorio de compleja geografía, que debe superar los peligros, sino un viaje iniciático, un viaje de aprendizaje, en procura de una planta sagrada.



La película nos ofrece un ejemplo del respeto que demanda fotografiar, filmar, trabajar con actores naturales; no era posible contar esta historia en la lengua del colono: era necesario que oyéramos -¡ojalá aprendiéramos!- una lengua americana; y es que en la película se oyen tres idiomas diferentes: tikuna, ocaina, uitoto, cunebo.



La película no es simplemente un homenaje o un reclamo; es igualmente una invitación, a preservar, a cuidar, a reconocer, a cambiar nuestra forma de entender nuestra realidad, a conocer nuestra geografía y a aprender sobre la riqueza de los pueblos y las comunidades ancestrales que han habitado nuestro país. 



Un cine colombiano que se compromete con la necesidad de abordar nuestra propia historia, nuestra propia geografía.