Hoy, rendimos homenaje a Fresas salvajes, obra maestra de Ingmar Bergman, realizada en el año 1957.
Fresas salvajes cumple a cabalidad la tesis de que el cine es ante todo un reflejo de los imaginarios humanos. Su tema son los sueños humanos, las evocaciones, la memoria; al mismo tiempo los temores, los miedos más intensos, la angustia ante el advenimiento de la muerte.
Las Fresas salvajes evocan un pequeño collado sembrado de fresas cercano en la antigua casa familiar, hoy ya deshabitada, pero donde transcurrió la infancia, el primer amor, el primer desengaño, de toda una vida que hoy parece llegar al final.
El viejo profesor Isak Borg de 78 años de edad debe viajar de Estocolmo a Lund para recibir un Homenaje a una vida de dedicación a la ciencia, pero de repente, acosado por una terribles pesadilla, todo su pasado se muestra en la memoria de manera vivaz.
Solitario, insoportable, egoísta, el viejo profesor hace el viaje acompañado de su nuera, Marianne, quien tiene pensado divorciarse, pues su esposo, Evald, el único hijo de Isak, tanto o más egoísta que su padre, no quiere tener el niño. Marianne será la encargada de confesarle al viejo Isak cuánto han llegado a odiarlo, el uno y el otro.
En el trayecto recogen a un grupo de caminantes, en donde Sara, una joven pretendida por dos muchachos lleva a Isak a recordar a su primer amor. Ambos personajes serán interpretados por la misma Bibi Anderson.
El segundo grupo es un matrimonio unido por el odio y el rencor. A lo largo del viaje estos personajes aparecerán una y otra vez, en la realidad y en los sueños, en ese único y angustioso sueño en donde el viejo Borg será juzgado, condenado por el paso del tiempo, por no haber entendido nunca nada. ¿Qué sentido tiene llegar a viejo y haber alcanzado como único logro la soledad?
Los sueños se despliegan como puertas hacia el presente y hacia el pasado. A través de los sueños llegan imágenes de un mundo irrecuperable y dolores que ya habían sido olvidados. Alguno que otro placer, pero en su conjunto los sueños ofrecen al viejo profesor un idioma extraño y en este idioma extraño será juzgado.
Fresas salvajes es al mismo tiempo, un homenaje a los recuerdos de la infancia, a las grandes cenas familiares, a las antiguas y numerosas familias.
No era fácil que un viejo actor como Victor Bjostrom, a sus 77 años de edad, estuviera dispuesta a representar a un anciano misántropo, q6ue rompía sus propias reglas dejándose llevar por unos muchachos.
De allí la importancia de la relación entre el anciano y las dos jóvenes actrices: Ingrid Thulin y Bibi Andersson, que en las mismas escenas contrarrestaban los nervios en punta del anciano que olvidaba sus líneas.
Fresas salvajes sigue ofreciendo una fotografía admirables, una lujosa composición de detalles cargados de profundo simbolismo; fotografía con granos saturados, planos diagonales, juegos de luces y sombras; escenarios de fantasía; efectos luminosos y marcos de niebla que generan un significado particular. Si al final fuera simplemente posible poner la cabeza en la almohada y esperar que se cierren todas las puertas por donde se han colado las pesadillas.