domingo, 27 de febrero de 2011

La otra Alicia



Lo grave no son solo los comerciales que intentan convencerte de algo, sino la totalidad de las imágenes que pretenden venderte todo el tiempo sueños, un mundo feliz, una forma de existencia, dice Winter en Alicia en las ciudades, un Winter atrapado desde todos los ángulos por avisos de neón, imágenes televisivas, ondas de radio y un estrépito de motores y señales camineras.

Alicia en las ciudades (Alice in den Städten,1974) hace parte de la road movie trilogy de Wim Wenders que completan Falso movimiento (Falsche Bewegung, 1974) y En el curso del tiempo (Im Lauf der Zeit - Kings of the road, 1975).  A diferencia de la Alicia “in wonderland”, la pequeña Alice ahora se desplaza en aviones, trenes, buses, taxis; observa el mundo desde el Empire State Building; habita aeropuertos, estaciones de metro; el paisaje está lleno de autopistas, gasolineras, tiendas de camino, moteles y hoteles de paso en ciudades que son muchas y son la misma: Nueva York, Amsterdam y una larga serie de ciudades en Alemania.





La película tiene un antecedente indirecto y estrechamente vinculado a la colaboración de Peter Handke, el escritor austriaco, en la obra de Wenders. Hadke ya había escrito en 1971 el guión de El miedo del portero al penalty, obra en la cual aparece como personaje central un jugador de fútbol separado de las canchas y al mismo tiempo de cualquier norte o cosa de valor en su existencia. Handke es también el guionista de Falso movimiento y de El cielo sobre Berlin (1984), película que antecede a Tan lejos, tan cerca.



En Carta breve para un largo adiós Handke describe un escritor que viaja  a los Estados Unidos con la idea de entrevistar a John Ford (el director de cine), y va a dar en un absoluto fracaso, que concluye con un desplazamiento cada vez más acuciante sobre sí mismo. Wenders toma de este relato algunos elementos: la imagen de los Estados Unidos de los años 70 como telón de fondo; la imagen de un escritor con una empresa fallida; la constante reflexión en torno al absurdo del viaje y de la existencia. 





Phil Winter (indudable anagrama del propio Wenders) intenta dar sentido a su existencia a través de una cámara fotográfica, atrapar la existencia a través de una serie inconexa de instantáneas. Uno de los leit motivs de la película es justamente ese “no se ve nada”, que señalan varios personajes cuando Phil les muestra las instantáneas que acaba de tomar. Un personaje que como dice la pequeña Alicia, piensa en lo inasible, sueños e ideas que no valen ni para el “juego del ahorcado”.

Hay en la película, filmada adrede en blanco y negro y en formato de 16 milímetros -el mismo que será el tema de los proyectistas ambulantes de En el curso del tiempo-, una crítica a la invasión de las imágenes: radio, televisión, avisos publicitarios. En el aeropuerto se oye por un altoparlante que llaman al señor Wenders (?). 



En 1984, en Paris, Texas, Wenders dará un vasto desarrollo a esta idea en ciernes que vincula el viaje a la memoria. En esta última película asistimos a una lenta y dolorosa recuperación, solo posible quizá gracias a la “magia” de los videos caseros. En Alicia la única guía es la memoria huidiza de la niña, el vago nombre de una ciudad que comienza probablemente en W y una fotografía de la fachada de una casa, sin nadie en la toma.
No es gratuita la aparición explícita que hace Wenders de una novela sobre una mesa: se trata de Tender is the night (1932), de Francis Scott Fitzgerald, en la que el narrador norteamericano vuelve sobre uno de sus temas recurrentes: la historia de una promisoria pareja y su inexorable decadencia y autodestrucción. 



En Wenders el final es menos dramático, me atrevo a decir que fruto de la sobreposición de la imagen del rostro cálido de Alice sobre el rostro vetusto de Winter (invierno). Terminemos oyendo un episodio de Historias de Lisboa (1994), en donde Wenders y Vogler, 20 años más tarde encuentran a Madre Deus.


domingo, 20 de febrero de 2011

Eyes wide shut: oxímoron y provocación


Eyes wide shut (1999), no es solo la última obra de Stanley Kubrick sino la suma de su gran legado, ejercicio de implacable plasticidad visual y narrativa. La obra, basada en Traumnovelle (Relato soñado), de Arthur Schnietzler, novelista austriaco, explora el tema del deterioro gradual de las relaciones de pareja. La novela original tiene lugar en Viena y gira en torno a un doctor que durante los carnavales se siente fuertemente atraído por la seducción de lo misterioso y de lo prohibido. De este origen vienés se mantiene en la propuesta de Kubrick un elemento que da a la obra el aire de mascarada, el vals No, 2 de la Jazz Suite de Dimittri Shostakóvich, obra que repite insistentemente como leit motiv, con un aire de provocación permanente.



Si en otras piezas de su cinematografía Kubrick se ha enfrentado a grandes temas: la hiperviolencia, la represión (en La naranja mecánica), la conquista del espacio, los límites de lo humano (en Odisea Espacial, 2001), a la locura y a la obsesión (El resplandor), al militarismo, a la guerra (Chaqueta Metálica), a la guerra fría y a la ironía política (Dr. Strange Love), en Eyes wide shut, al igual que 30 años atrás en Lolita, aborda la complejidad de las relaciones morales, la lucha entre el deseo y la represión sexual, entre el erotismo y la costumbre, entre el mundo diurno y claro pero intrascendente y la noche sugestiva, peligrosa, cargada de invitaciones.  

No era la primera vez que Kubrick acometía la adaptación de una obra literaria. Ya en 1962 en  Lolita se había enfrentado al problema de adaptar una pieza maestra, la Lolita, de Nabokov, con todas las dificultades de llevar a escena una pieza delicada, plena de matices, pero altamente controvertida en el sentido moral.  En 2001 trabajo casi a cuatro manos el guión de la película con Arthur Clark; en 1975 crea un fresco monumental al abordar un clásico de la literatura inglesa, Barry Lyndon, basada en la novela de William Thackeray. A Clockwork Orange (1971) está igualmente basada en la novela de  Anthony Burgess, escrita diez años atrás.

Eyes wide shut desde su mismo título aparece altamente provocadora: wide es una palabra que connnota “apertura” (en usos como wide open: plenamente abierta; o wide eyed, con los ojos muy abiertos); pero wide shut es ya un oxímoron, muy abierto pero al mismo tiempo “cerrado”, como Alice en brazos del seductor Szavost. Está allí pero es mejor no saberlo: la historia de Nightingale, la de Mandy, las oscuras licencias de Victor Ziegler, el secreto de Marion, la casa de disfraces Under de Rainbow (palabra igualmente usada por las dos modelos que anunciaban a Harford un posible menage a trois) y, desde luego, las liturgias profanas de la Mansión Somerton, al otro lado de la ciudad. 



Desde el título Kubrick tienta al espectador con la idea de mostrar todo aquello que está ahí, al alcance (infidelidad, prostitución, pederastia, homosexualidad, rituales orgiásticos, la vida licenciosa de los poderosos) pero que permanece igualmente censurado, reprimido, vetado, controlado, vigilado, más para la clase media profesional que representan el doctor Bill Harford y su esposa Alice. No es gratuita la alusión que se hace hacia el final de la película en torno al VIH, que cierra la apoteosis del sexo libre de décadas anteriores. 



Dice Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso, al respecto de los celos: “sentimiento que nace en el amor y que es producido por la creencia de que la persona amada prefiere a otro” (diccionario Littré); agrega: “como celoso sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería: sufro por se excluido, por se agresivo, por ser loco y por ser ordinario”.
Kubrick desarrolla uno de los diálogos más intensos de la obra cuando Bill comete el error de afirmar que él “no puede estar celoso”. Error del que Alice pronto le hará arrepentirse. Medea para herir a Jasón ahorca a sus propios hijos; Fedra para vengarse de Hipólito lo acusa falsamente ante su padre y provoca indirectamente que el joven sea pisoteado por sus propios caballos; la diosa blanca, Juno, castiga a Acteón, por haber visto lo que no debía, a ser devorado por sus propios perros. Bill será devorado por los celos, por el dolor, al construir el fantasma de su rival a partir del relato de Alice, en torno a sus verdaderos deseos. 





Terminemos haciendo alusión a My baby did a bad bad thing,de Chriss Isaac, que muestra el talento de Kubrick para dar a todas herramientas una fuerte cohesión: 
 
“You ever love someone so much you thought your little heart was gonna break in two?
I didn't think so.
You ever tried with all your heart and soul to get you lover back to you?
I wanna hope so.
You ever pray with all your heart and soul just to watch her walk away?
Baby did a bad bad thing, baby did a bad bad thing
Baby did a bad bad thing, feel like crying, feel like crying.
You ever toss and turn your lying awake and thinking about the one you love
I don't think so.
You ever close your eyes your making believe your holding the one your dreaming of?
Well if you say so.
I hurts so bad when you finally know just how low, low, low, low, low, she'll go.
Baby did a bad bad thing, baby did a bad bad thing.
Baby did a bad bad thing, feel like crying, feel like crying.
Ohh. Feel like crying, feel like crying.
Ohh, feel like crying, feel like crying.”



En mi libre traducción: ¿La amas al punto de nunca creer que ella podría llegar a romperte el corazón? No, no lo creo. ¿Has intentado con toda tu alma y tu corazón que ella vuelva a amarte? No pierdo la esperanza. ¿Has rogado con tu alma entera saber qué camino coge ella cuando se separa de ti? Mi amada, ha hecho algo realmente muy malo… muy malo. Y yo solo siento deseos de gritar. ¿Te despiertas sumido en la desesperación pensando en ella? No, no lo creo. ¿Pero cierras los ojos y crees que la tienes solo para ti? Sí, tal vez así es. Pero duele mucho al final saber hasta dónde puede ella llegar, ¡hasta dónde! Mi amada, ha hecho algo realmente muy malo… muy malo. Y yo solo siento ganas de gritar.

sábado, 12 de febrero de 2011

Ocho y medio: mundos paralelos




En Lejana, un pequeño relato incluido en Bestiario (1951), Cortázar propone la historia de Alina Reyes, quien vive en Buenos Aires, sofocada por el tedio y la rutina, quizá por la hipocresía y la artificialidad de su rol social en los salones de teatro de la gran ciudad; quizá porque en las noches ella sabe de otra Alina, al otro lado del puente, padece la misería y muere de hambre y frío, en la lejana Budapest; es ella misma, pero más niña, más indefensa e igualmente sometida. Este juego de personajes que están aquí y allá es frecuente en la obra de Cortázar: el más famosos es quizá El otro cielo, obra que no en vano ha llamado la atención de los cineastas, no solo por la riqueza de su argumento (las galerías de Buenos Aires del siglo actual, se convierten en una compuerta de paso hacia la Francia de la Revolución del 48), sino por su mismo título. El otro cielo -quiero pensarlo así-, es otro nombre del cine.



Ya en la primera escena de Ocho y medio (Otto e mezzo) de Federico Fellini encontramos que al igual que la literatura, el cine juega –siempre- con esta posibilidad de ofrecer pasajes, mundos paralelos, vías de escape al mundo onírico: pasajes ya previstos por Kurusawa en Sueños, cuando en Los cuervos, inspirada en la obra de van Gogh, se despliega horizonte y otro camino; Joan Crawford, en Poseída (1931) se detiene a la orilla de una vía férrea, enajenada con las vidas de quienes al otro lado de las ventillas del tren que pasa viven vidas felices; en La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, los personajes añoran el mundo que está de este o del otro lado.

En Ocho medio un hombre atrapado en un trancón, está a punto de morir por encierro y asfixia en su propio automotor; de repente no solo logra escapar sino volar, ascender en un globo aerostático, liberarse del peso terrestre y cruzar montes y mares. Lo que viene luego es la llamada de la realidad, la caída inevitable, la inmersión en el mundo de la frivolidad.

Edgar Morin en El hombre imaginario, ya en la década del cincuenta, hace la comparación entre la máquina de volar, el avión, y la máquina de soñar, el cinematógrafo. Ambos han configurado el mundo en que vivimos, las relaciones entre sueño y realidad, entre los ámbitos de lo concreto y de lo imaginario. Arrancamos con Ocho y medio este recorrido por estos mundos paralelos a los que designaremos “Sirkala”, El espejo, en términos de Tarkovsky, o “The Reflecting Sphere”, siguiendo a Escher.



Otto e mezzo y su título azaroso guardan un eco de la obra de Dante, la cual comienza con:

Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.
Dante, Inferno
También Ocho y medio es un viaje de reflexión (obra altamente autobiográfica) que muestra un complejo balance de la existencia, para el efecto la de un cineasta, atascado en mitad de su carrera, en el intermedio de su pleno proceso creativo, sofocado por igual por el presente y el pasado, por la frivolidad de la existencia concreta y por su delirante vida imaginaria.

Itinerario: Posessed (1931)

Son complejas las relaciones entre cine y literatura y a veces se llega a pensar que algunas reflexiones valen para ambos campos; sin embargo está claro que es necesario establecer que si bien hablamos de una gramática textual y de una narratología literaria, resulta imprescindible establecer las diferencias entre la sintaxis verbal y la sintaxis de la imagen cinematográfica. Los cuatro capítulos de esta asignatura pretenden analizar similitudes, proximidades, interrelaciones, acercamientos, pero también peculiaridades y distanciamientos entre estos dos campos de la creación artística: la poesía verbal, la palabra hecha arte, y la poesía visual y en movimiento propia del cine.

Para llevar a cabo este proyecto, se plantean cuatro momentos: 1) un primer instante dedicado a reconocer hasta dónde es posible hablar de la gramática de la imagen cinematográfica; 2) un segundo, dedicado a analizar las pretensiones de traducir el lenguaje y el discurso literario a  imágenes cinematográficos; 3) uno más, en el que se analizarán propuestas cinematográficas que han convertido en objeto de sus tramas y argumentos la escritura y la creación literaria y poética; 4) finalmente, un conjunto de piezas que han hecho el camino de retorno y que han dado a la escritura un nuevo marco de referencia.


Objetivo

Adelantar un ejercicio de apreciación cinematográfica que permita una reflexión en torno a las relaciones entre cine y literatura y la peculiaridad de sus lenguajes, sus alcances temáticos y sus dimensiones estéticas




Itinerario

I La gramática de la imagen movimiento
Textos de referencia. El hombre imaginario (Morin), La estética de la imagen movimiento (Deleuze). Esculpir en el tiempo, de Andrei, Tarkovski. 

Referentes fílmicos
Fellini. Ocho y medio
Kubrick. Eyes wide shut
Win Wenders. Alicia en las ciudades
Tarkovsky. El espejo



II. La literatura como seducción
Textos de referencia. Seis propuestas: multiplicidad, representación, de Italo Calvino;
Filmografía
Kurusawa, Trono de sangre.
Schlondorf. La muerte de un agente viajero.
Elia Kazán. Al este del Edén.
Laurence Olivier, Hamlet.



III. La escritura como tema y argumento cinematográfico
Texto de referencia: Bartleby & Cía, de Enrique Vila-Matas; Pulp, de Charles Bukowski.
Filmografía
Peter Greenaway. Escrito en el cuerpo. (The Pillow Book y La senda de Oku)
Barbet Schoroeder, Barfly (Bukowsky)
John Huston, Bajo el volcán, (Lowry)

IV. Los retornos del cine a la literatura
Textos de referencia: Baudrillard y el crimen perfecto; La pantalla global, de G. Lipovetsky,; El Diluvio, Le Clézio; La vie; mode d`emploi, de G. Perec.
Filmografía
Orson Welles. Citizen Kane
Hitchcock, Psycho
Scorsese. La isla siniestra
Woody Allen, Radio Days
Lars von Trier, Bailarina en la oscuridad



V. Paralelismos narrativos
Textos de referencia. City, de Alessandro Baricco
Filmografía.
Herzog. Fitzcarraldo
Bergman. Fanny y Alexander
Kieslovski, Azul
Tim Burton. Big Fish
Kusturica, Tiempo de gitanos
Jim Jarmush, Hombre muerto
Aki Kaurismaki. La chica de la fábrica de cerillas
Najid Majidis. Los niños del cielo
Abbas Kiarostami. A través de los olivos.
Francis Ford Coppola. Conversación
Walter Salles, Estación Central